En una noche envuelta en silencio y misterio, Jesús enfrentó una de las pruebas más profundas de su misión redentora: su agonía en el Huerto de los Olivos. Allí, en Getsemaní, el Hijo de Dios sintió el peso abrumador del pecado de la humanidad y, aún temblando de angustia, eligió entregarse plenamente al plan del Padre. A través de su sufrimiento, nos dejó un testimonio imborrable de obediencia, amor y entrega total.
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