Aproximadamente medio millón de personas afines a grupos pandilleros en El Salvador


Conoce la historia de un ex pandillero que cuenta su vida al interior de su mara, donde asegura haber dejado a muchos niños huérfanos.

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Ministerio de Seguridad determinó en censo, que inició en 2012 y finalizo en el año 2013, que la población afín a pandillas para el 2013 era de 470,264 personas, a lo que se estima que en la actualidad, la cantidad de personas pertenecientes y afines a grupos terroristas llegan al medio millón de personas en El Salvador, dichas cifras son preocupantes ya que en los últimos siete años, la cifra de miembros de pandillas han venido aumentado en más del 100% por año.

Muchas personas inocentes han perdido la vida injustamente debido al flagelo de las pandillas. Miles de salvadoreños han llorado la muerte de un familiar debido a la  violencia que el país atraviesa, en su gran mayoría generado por esos grupos criminales.

Los pandilleros, mejor conocidos como  "maras” en El Salvador, son un fenómeno que se han apoderado de la paz en el país y  que se han comenzado a expandir a nivel internacional, ya que  las pandillas han venido creciendo muy rápido.

El salvador es uno de los países más violentos a nivel mundial, los pandilleros día a día se encargan de mantener con temor a los salvadoreños, ya que a diario se ven involucrados en asaltos a autobuses, supermercados, extorsiones ,secuestros, el trafico de drogas ,violaciones y asesinato. Algunos mareros han dado declaraciones sobre su pandilla, cuentan que ellos defienden su territorio de otras maras, por eso es que se enfrentan entre pandillas contrarias, y que los tatuajes que se hacen es para reflejar alguna historia que han tenido o para que las personas les guarden respeto.

En el 2007, Pedro Zuazua, periodista español del periódico El País, realizó una entrevista a un ex pandillero de una de las dos maras más peligrosas del  país, quién reveló parte de sus vivencias y experiencias en su pandilla.

Esto fue lo que el ex pandillero con nombre ficticio en la entrevista contó….

¿Qué es lo más fuerte que llegaste a hacer? "En la mara se hacen muchas cosas".

¿Llegaste a matar a alguien? Sonrisa triste. Mirada vidriosa. Silencio. Alexander, nombre ficticio, perteneció durante años a una mara. Así se llaman las pandillas violentas que actúan en El Salvador. No quiere dar datos sobre su vida. No quiere salir en fotos. "Cuando te sales de la mara, hay tres opciones: que te maten tus ex compañeros, que te maten los rivales o que te mate alguien a quien un día hiciste daño", explica.

Ha viajado a Madrid para participar en unas jornadas sobre pandillas juveniles en América Latina que se celebran en la Casa de América. "Cuando eres joven, siempre quieres hacer lo que está prohibido, llevar la contraria". Así explica Alexander la razón por la cual entro a la pandilla. "Al principio son como una familia para ti, te lo dan todo, pero después tienes que hacer cosas porque sí".

¿Qué tipo de cosas? "Rifa, viola, mata y controla es el lema", contesta. "Antes de que acabara la guerra, en 1992, yo estaba en una mara, pero lo más que hacíamos era robar, luego llegó gente de Estados Unidos con nuevas ideas, nuevas maneras de vestir... y todo cambió", dice.

"En 1992, Estados Unidos decidió empezar a deportar a los salvadoreños que tenía en sus cárceles, y entonces empezó a agravarse el problema", precisa José Luis Tobar, subdirector de la policía de El Salvador. Hace tres años, el Gobierno decidió instaurar una política de "mano dura", que llevó "a detenciones masivas, pero no efectivas", explica Tobar. "Las maras, en las que calculamos que hay 13.000 jóvenes, han cambiado mucho, ahora tienen estructura de crimen organizado", añade.

Según Alexander, cerca de 50.000 personas forman parte de alguna de las dos principales maras de El Salvador: la MS13, o Salvatrucha, y la de Barrio 18. Y sí que han cambiado, no sólo en organización. "Antes sólo los líderes teníamos armas, ahora puedes ver a un niño de 12 años con una metralleta en la mano", puntualiza. A pesar de haber estado tantos años dentro de una de las organizaciones, Alexander asegura que no le quedan amigos de aquella época: "En la mara no hay amistad, sólo compañeros. A veces me cruzo con gente que estuvo conmigo, pero no nos saludamos". Decidió poner punto final a su experiencia en la mara después de una "misión loca". "Uno a veces hace estupideces, después madura y se da cuenta de que está haciendo daño a gente que ni conoce, dejando a niños sin padres...", explica.

Cinco años después, y aunque le costó  (Alexander decidió dejar las maras en el 2002) tiene su propio negocio. Lo ha logrado gracias al Polígono Don Bosco, en el que se trata de dar una oportunidad a los jóvenes sin trabajo. "El 80% de la gente que está en la mara saldría de ella si se le ofreciera un trabajo", dice el sacerdote salesiano español Pepe Moratalla, que lleva 22 años en El Salvador y trabaja en el Polígono, y quien  pide ayuda para proseguir con el proyecto. Afirmó Zuazua.

"Si los países del primer mundo nos financian, ayudarán a muchos jóvenes y evitarán que, en un futuro, las maras se instalen en Europa", dice convencido de que es uno de los objetivos de las bandas.

"Para la rehabilitación de los mareros hay dos problemas", explica Miguel Azucena, rehabilitador del Polígono a El País, "Primero que las maras no quieren dejarles salir, y después que algunos de ellos tienen toda la cara tatuada. ¿Te gustaría trabajar con alguien que tiene toda la cara tatuada?", interpela. Alexander no tiene ningún tatuaje que le marque, pero no vive tranquilo. "Siempre estoy mirando para los lados, por si acaso", asegura que la vida le ha cambiado. "Es como si me hubieran sacado un casete y te meten otro".

¿Qué hubiera pasado de haber seguido en la mara? "Que no estaría aquí, hablando con vos, estaría muerto", concluye.

Así concluye la entrevista realizada por Pedro Zuazua, periodista de El País, de España, a un ex marero salvadoreño en el año 2007, quien fue uno de los primeros miembros de pandillas, incluso antes de que los Estados Unidos comenzara a deportar a los salvadoreños que tenía en sus cárceles, que vinieron a darle un enfoque más violento y más organizado a los grupos criminales, fue desde ese momento donde las pandillas comenzaron a retomar más fuerzas.