Primero siempre hay una mirada, normalmente tímida, que enseguida se vuelve descarada cuando los ojos se clavan en los labios contrarios. Después viene la fuerza invisible que te empuja a rozarlos con los tuyos, atraparlos y moverlos, al principio torpemente, y después a un ritmo acompasado. Entonces llegan los sabores, los olores y, si es un buen beso, la pérdida de consciencia del tiempo y el espacio.
» Hace 8 años